G.I.GURDJIEFF
En realidad nadie oculta nada, no hay el menor misterio. Pero la adquisición y la transmisión del verdadero conocimiento exige una gran labor y esfuerzos, tanto de parte del que recibe como del que da. Los que lo poseen hacen todo lo que pueden para transmitirlo y comunicarlo a la mayor cantidad de personas posibles.Pero el conocimiento no puede ser impuesto por la fuerza a quienes no lo quieren. Es imposible acusar a quienes lo tienen que lo ocultan, de no querer transmitirlo.
Quien
lo desee debe hacer los primeros esfuerzos para encontrar la fuente y aproximarse a ella,
pero en general no lo deseen ni lo
reconocen.
No puede llegar
gratuitamente a los hombres, sin esfuerzos de su parte. Es necesario que una cosa
cueste para que sea valorizada.
Si hubiera que dar el
conocimiento a todo el mundo nadie recibiría nada. Si está reservado a un
pequeño número, cada uno recibirá no solamente para guardar, sino para
incrementarlo.
Es un hecho que la gran mayoría de la
gente ignora el deseo de conocer; rehúsa su cuota de conocimiento y no toman de
la porción que les está destinada para las necesidades de su vida. Esto se hace más evidente en
períodos de locura colectiva, guerras y revoluciones, cuando se entregan a
matanzas gigantescas como si ya no tuvieran instinto de conservación. Es así
como grandes cantidades de conocimiento permanecen sin reclamar y pueden ser
distribuidos a los que aprecian su valor.
Los que lo reciben no
toman algo que pertenece a otros, toman lo que los otros han rechazado por
inútil y que se perdería si no fuese tomado. La acumulación del conocimiento de unos depende del rechazo de los otros.
En la vida de la humanidad
hay períodos que coinciden con el comienzo de la declinación de las
civilizaciones, las masas pierden la razón y se ponen a destruir todo lo que ha sido creado en siglos y milenios de
cultura. A menudo concuerdan con cataclismos geológicos, perturbaciones
climáticas y otros fenómenos de carácter planetario, liberan gran cantidad de
esta materia del conocimiento
Las masas no se preocupan, no lo
quieren y sus jefes políticos en su propio interés trabajan para reforzar la
aversión y el temor que ellas tienen a todo lo nuevo y desconocido. El estado
de esclavitud de la humanidad está basado en el temor.
La gente no comprende el valor de lo que
pierde, basta con observar como se vive, sus razones para vivir, el objeto de sus pasiones o sus aspiraciones, a que
sirven y que adoran. Observar a donde van las muchedumbres más densas.